Soy una mujer de 39 años y sufro de Discapacidad Motora. Vivo en Puerto Píritu, municipio Peñalver del estado Anzoátegui. Los únicos antecedentes o síntomas de mi enfermedad los había tenido cuando era adolescente: se me deformaron los dedos de los pies y sentía dolores en las rodillas sin que tuviera ningún golpe o traumatismo. Los traumatólogos lo único que hicieron fue concentrarse en la operación estética y no me remitieron a otros especialistas. Antes de eso, cuando tenía unos ocho años, me hicieron unos exámenes para detectar la artritis y salió positivo, pero no le hicieron caso, pensaban que ese resultado estaba equivocado.
En 1994 yo trabajaba como vendedora en una tienda en Caracas y estudiaba Turismo en el Iutirla de Bello Monte. El 22 de octubre (día de mi cumpleaños) caí en cama debido a un cuadro de dengue que me dejó muy debilitada. A partir de ese momento, a raíz de esta debilidad, en enero de 1995 me internaron en la Policlínica de Puerto La Cruz, donde luego de evaluarme el Dr. Mata Flores me diagnosticó Artritis Reumatoide Deformante. A partir de entonces comencé tratamiento con analgésicos y antiinflamatorios para controlar los efectos de la enfermedad.
En 1996 salí embarazada de mi primer hijo por lo que tuve que suspender el tratamiento temporalmente, para mi suerte, debido a que la artritis es una enfermedad autoinmune (o sea, que el organismo por error se ataca a sí mismo). Durante el embarazo todo fluyó normalmente ya que la enfermedad entró en un período como de remisión. A finales de 1997 tuve a mi segundo hijo y fue luego de salir de ese embarazo cuando la enfermedad reinició su ataque de manera más agresiva. Poco a poco fueron reapareciendo los dolores e inflamaciones, me fui debilitando y perdiendo peso; bajé de 55 a 41 kilogramos.
Ya para el año 2000 me encontraba muy mal física y espiritualmente. El padre de mis hijos nos había abandonado, lo que me tenía deprimida. Empezó a dolerme la cadera, me controlaba por Traumatología en el hospital Luis Razetti y allí se me informó que debía ser operada para colocarme una prótesis de cadera. Allí comenzó mi calvario.
A las primeras consultas iba con un bastón, luego pasé a usar muletas y terminé en silla de ruedas. Mi madre hizo hasta lo imposible para conseguir el dinero para comprar la prótesis, (que para entonces costaba unos 30 millones de bolívares). Aunque logró conseguirlo por una donación, la operación no se dio nunca pues siempre había una huelga distinta en el hospital. Así llegué a 2001 postrada en cama debido a los dolores y a la depresión en que fui cayendo; la artritis es una enfermedad oportunista que se aprovecha del estrés y la depresión y puede llevar hasta la muerte. Pues bien, ese era mi caso, ya me estaba muriendo.
En enero me internaron en el hospital Gómez Rolingson de Píritu. Tenía el estómago destrozado por tantas pastillas (analgésicos, antiinflamatorios, relajantes musculares, vitaminas, etc.). Allí mi cuerpo se dio por vencido, los médicos no encontraban ya qué hacer, estaba totalmente descompensada. Mientras todo esto pasaba mi madre ya había oído del Convenio de Salud Cuba-Venezuela y había metido papeles por todos lados solicitando que me salvaran la vida.
El 30 de enero de 2001 me dieron el alta y le informaron a mi mamá que sólo me quedaban unos pocos días de vida, que debía ir a pasarla en casa con mi familia. Al llegar a casa por cosa de Dios, recibí una llamada: era del Convenio para decirme que viajaba la semana entrante a Cuba para ser operada. No puedo describir lo que sentí en ese momento, un aire de esperanza me volvió al cuerpo, ¡era posible que me salvara y me le escapara a la muerte! ¡Era posible ver crecer a mis hijos, que entonces tenían sólo 3 y 2 añitos!
Así fue como el 7 de febrero de 2001, en el vuelo Nº8, mi madre y yo viajamos a Cuba. Yo viajé en camilla y pesando sólo 41 Kg. En el aeropuerto José Martí nos recibieron el doctor Pedro Llerena y su maravilloso equipo de médicos y rehabilitadores. Nuestra primera parada fue en el Centro Internacional de Salud La Pradera. Allí el médico que llevó mi caso fue el doctor Santiago Miranda (luego Coordinador Cubano de la parte Médica acá en Venezuela), después me trasladaron al Hospital Frank País, cuya especialidad es la Traumatología. Luego de una evaluación super completa a cargo del doctor Aurelio Rodríguez, el día 12 de marzo de 2001, me colocaron una Prótesis Total de Cadera Derecha No Cementada. Allí permanecí un mes haciendo rehabilitación post-operatoria y luego volvimos a La Pradera para continuar la rehabilitación
Gracias a esa terapia pude en junio retornar a Venezuela caminando, pesando 50 kilogramos y con una fortaleza espiritual y psíquica que aún hoy me acompaña, recordándome cada día que la vida merece ser vivida en todo su esplendor.
Después de ese primer viaje me tocó retornar en diciembre de ese mismo año para re-consulta y rehabilitación. Luego viajé en 2002 para seguimiento y rehabilitación; en septiembre de 2003 fuimos por tercera vez y el 23 de diciembre de ese año me ingresaron en la Clínica Cira García, donde me colocaron prótesis total de rodilla derecha, bajo la tutela de los doctores Triana, Fleites y Rubino. Volví a rehabilitación en La Pradera hasta el 9 de marzo de 2004, cuando reingresé al Cira García para ser colocada la prótesis de rodilla izquierda, lo cual se realizó el 12 de marzo; se me indicó 1 mes de rehabilitación en La Pradera y retorné a Venezuela en abril.
Estando acá se me complicó esta última operación por lo que tuve que retornar a Cuba en mayo (cuarto viaje) y ser operada nuevamente para retirar la prótesis afectada e implantar un espaciador provisional. En octubre de 2004 fui dada de alta. En agosto de 2005 volví para valorar la evolución de la prótesis fallida y para rehabilitación. Luego de las evaluaciones médicas se decidió no intervenir por el momento ya que no estaban dadas las condiciones físicas óptimas para la operación.
Hicimos el sexto viaje a Cuba en agosto de 2006. En esa oportunidad me dieron tres meses de rehabilitación y se evaluó nuevamente la posibilidad de hacer el reimplante de prótesis, lo cual rechazó el equipo médico nuevamente dado el buen funcionamiento del espaciador y el alto riesgo de la cirugía.
En Venezuela continué la rehabilitación en la Sala de Rehabilitación Integral (SRI) de Píritu, y era evaluada anualmente por la médica fisiatra Aurora Mustafá con exámenes clínicos y radiografías para verificar la evolución del uso del espaciador.
En septiembre de 2010 presenté una deformidad en la posición de la parte inferior de la pierna con inestabilidad y dolor al caminar. Fui evaluada en el Hospital Rolingson de Píritu, por la traumatóloga Margarita Chang, quien diagnosticó efectivamente que hubo un desplazamiento del espaciador en relación al fémur y recomendó la inmediata intervención para retirar el espaciador comprometido y realizar el implante de prótesis total de rodilla. De inmediato acudimos nuevamente al Convenio de Salud, en quienes confiamos plenamente, con toda la evaluación traumatológica del momento y solicitamos la re-consulta.
Así fue como en enero de 2011 viajé por séptima vez a mi querida Cuba, donde me reencontré con ese maravilloso grupo de seres humanos que de inmediato me evaluó y definió el procedimiento a seguir. Mi caso ameritaba una prótesis especial que no había en el país, así que se me realizaron imágenes digitales para obtener la medida exacta y se solicitó la confección de la prótesis. Fui dada de alta en abril con retorno para operación, tan pronto como estuviera disponible la prótesis y con indicación de no apoyar el miembro inferior izquierdo.
Ahora, 11 años después de viajar desahuciada a Cuba, después de haber viajado siete veces y haber sido intervenida en cuatro oportunidades, aquí estoy dando la pelea cada día por mí, mis hijos y mi familia. He recuperado mi vida gracias a mi madre, que nunca descansó en su afán de no dejarme morir; gracias a los Comandantes Hugo Chávez y Fidel Castro, que decidieron un día darnos este maravilloso Convenio que ha beneficiado a más de 50.000 personas, que yo llamaría más que de Salud, de Vida, porque eso es lo que conseguimos en Cuba.
Como dijo en alguna oportunidad Jhonny Ramos, Coordinador Nacional del Convenio: "Aunque algunos no se curan completamente, llegan satisfechos pues logran otras cosas, sobre todo a nivel personal". Y gracias a Dios que estoy segura tiene su mano detrás de cada una de las personas que trabajan en este Convenio, que está presente en cada vuelo, en cada operación y en cada tratamiento.
Gracias, mil veces gracias.
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