3/12/12

Pedro Delgado Romero: “O” Negativo; mente positiva

Vivo en Ruperto Lugo, en Catia. Era octubre del año 2001 y yo trabajaba en una tienda de La Yaguara, en horario nocturno. Una noche me llamaron porque la mujer que era mi esposa en ese entonces, que es diabética, tuvo una crisis y debieron hospitalizarla. A las 10 de la noche me fui para el hospital Vargas; ya mi mamá había llegado al hospital. Estuve hasta las 2 de la madrugada acompañándola. A esa hora me dijeron que me fuera a descansar, que mi mamá se ocuparía esa noche y yo lo haría después, el fin de semana, que ella la cuidaba y yo me ocupara todo el fin de semana. Después de mucho caminar conseguí un taxi que me llevara hasta mi casa, a las 3:30 de la madrugada; tuve suerte, porque es muy difícil que a esa hora los taxistas lleven gente para la zona donde vivo. Era el 28 de octubre.
Llegué al edificio, me bajé del taxi y esperé un momento a que se fuera el taxista. De pronto salió un tipo de atrás de un carro con una pistola y me encañonó. Empezó a preguntarme por una persona que vivía en el barrio. Le expliqué que no sabría decirle dónde estaba ese hombre que él estaba buscando, que yo venía del hospital porque mi mujer estaba hospitalizada. El hombre me dijo: “Bueno, vete antes que me arrepienta”. Yo caminé rápido hacia la entrada del edificio, y cuando voy a entrar oigo que el otro me dice allá atrás: “Mira, ¿sabes qué?, me arrepentí”. Y escucho tres disparos. Uno me dio en la nalga, otro más arriba en la espalda, y uno en la pierna. Una de esas balas me rozó un testículo. El pistolero se montó en un carro que lo esperaba y se fue.

La doctora sabia

Un muchacho que vivía por ahí en la calle me auxilió y llamó a la gente del edificio. Los vecinos bajaron y al verme herido me llevaron al Hospital Periférico de Catia.
Apenas me vio, una doctora, sin tocarme ni mirarme de cerca siquiera, me dijo: “Hay que amputarte la pierna”. Entonces me puse nervioso y violento. Le dije que no me tocara, que no iba a permitir que ella me atendiera. Menos mal que había llegado consciente al hospital, porque si no hubieran hecho cualquier cosa conmigo. Un camillero quiso agarrarme para que me dejara atender y tuve que conectarlo. La situación se estaba poniendo muy tensa; allá afuera estaban esperando unas 15 personas del edificio, vecinos solidarios que fueron a acompañarme en varios carros.
Me dejaron solo un rato, hasta que otro de los médicos de guardia se acercó con otra actitud, me preguntó si estaba dispuesto a conversar y a oír su explicación, y le dije que sí. Me explicó entonces que tenía una lesión vascular, y que en ese hospital no tenían el equipo para atender ese tipo de casos. Me dijo que si yo le permitía me iba a estabilizar, que estaba perdiendo mucha sangre y podía morir. Sospechaba que era una lesión en la femoral. En efecto, el tiro de la pierna fue el que más me afectó, porque perforó el fémur y el hueso astillado lesionó la femoral y el nervio ciático. Ya tenía la pierna morada e hinchada; acepté que el médico me atendiera pero exigí que la otra doctora no se me acercara. Esa tipa dio un diagnóstico y me quería amputar la pierna viéndome como a cinco metros, ni medio minuto antes de llegar; ni que fuera José Gregorio Hernández.

O Negativo

Me remitieron entonces al hospital Pérez Carreño; allí llegué a las 7 de la mañana. Me operaron 12 horas después, a las 7 de la noche. Me hicieron una reconstrucción de la arteria, me pusieron una prótesis vascular. La operación duró unas 4 horas y media. Me subieron a Trauma 3, en el piso 7, y allí estuve seis meses hospitalizado.
Pasaron varias cosas para que estuviera tanto tiempo ahí. Una fue un paro de médicos y no operaban a nadie durante el paro (sólo atendían emergencias graves). Yo estaba en la lista de espera para que me pusieran un tutor externo para reconstruirme el fémur. Otra es que yo soy sangre O Negativo y es difícil encontrar donantes de ese tipo de sangre. Nos explicaron que de cada 100 personas diez tienen sangre O Negativo, y de esas diez hay cinco que han sufrido enfermedades contagiosas y no están en condiciones de donar.
Un día que por fin parecía que me iban a operar, un médico amigo de mi papá consiguió dos bolsas de sangre de mi tipo en un hospital de Los Teques, y fue hasta allá a buscarla. Mi papá regresó; ya yo estaba en quirófano. Cuando ya iba a comenzar la operación ingresó un tipo que también era O Negativo con un tiro en la cabeza, y como se trataba de una emergencia tuvieron que ponerle las dos bolsas de sangre a él; el hombre murió en la operación. Así que me echaron para atrás otra vez. Volver a conseguir la sangre tardó diez días más.
Salí de ese hospital el 7 de marzo de 2002.

Las normas y la costumbre

En el año 2006 me enteré por una amistad de que existía el convenio con los cubanos. Introduje los papeles en Miraflores y en 2007 vine por primera vez a La Habana.
La primera vez me hicieron una artrodesis, una operación en el tobillo para liberármelo porque lo tenía rígido. En otros viajes (vine otra vez en 2008, 2009 y 2011) también me curaron el testículo que recibió el golpe y se me estaba formando allí un quiste; me han hecho rehabilitación. La lesión del nervio ciático es irreversible; podré caminar pero con bastón, nunca quedaré como antes.
Antes de venir la gente me decía que esto no servía, que en Cuba nada funcionaba y que era una mala decisión venirme a tratar aquí. Pero me arriesgué a verificar para ver yo con mis ojos si era verdad o mentira lo que decían.
De la atención en Cuba no puedo decir otra cosa sino que estoy muy agradecido. A veces a uno le cuesta adaptarse cuando pasa mucho tiempo aquí, porque uno está acostumbrado a otra forma de vida, a uno le cuesta adaptarse a las normas estrictas. Uno además tiene los amigos en Caracas y a veces hace falta estar allá. Pero la atención es de calidad. Tendré que venir varias veces más, y lo haré confiado porque sé que estaré en buenas manos.

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